Sucedíase la semana pasada, cuando estaba yo haciendo mi morning action en el jardín, que Andrea me regaló un pedazo de papaya... la que acababa de bajar de uno de nuestros varios papayos. Yo estaba concentradísima en plantar semillitas de soya y de pimiento... que le dije que la dejara ahí sobre una tabla cercana. Pasaron los minutos y finalmente mis semilleros estaban listos y bien regaditos. A estas alturas volteé a mi alrededor y caí en la cuenta de que estaba ya sola en el jardín... entonces no fueron minutos, creo que fueron horas. Esto de la jardinería es una excelente terapia... ahora comprendo a los grupos de señoras bien que se juntan a plantar florecitas... ¡es una delicia!
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Así que me lavé las manos, puse todas mis herramientas en su lugar y ya me iba... cuando por alguna extraña razón volteé, y ví mi papaya -que casi olvido... pero no estaba sola. Había una lagartija de unos 20cms feliz de la vida degustando mi pedazo de papaya... mi primer reacción fue espantarla con un grito de lenguaje florido (total, estaba sola)... así que la pobre lagartija huyó como rayo y yo muy digna tomé mi papaya y la enjuagué para comérmela agusto.
Luego de la primer mordida... me dió remordimiento. Cuando volteé a ver la columna de madera por donde el diminuto reptíl trepó desgoberando... ahí estaba. Así que corté un trozo de papaya y fui a ponerlo en la tabla una vez más; a ver si se anima, dije.
Al cabo de medio minuto, empezó a moverse despacito hacia abajo sobre la columna... y yo me emocioné. Poco a poco y con cautela llegó hasta el pedazo y ¡empezó a comer! Así que me sentí mejor, pues ya no comía sola... y por lo visto mi ahora amiga había aceptado la disculpa de la jaculatoria que le aventé minutos antes. Estaba yo pues fascinada comiendo a la par de la lagartija, cuando de buenas a primeras se retiró de la papaya y se encaminó de nuevo a trepar la columna... ya se llenó, dije yo.
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A media columna se detuvo y me dí cuenta que movía la barriga muy extraño. Estaba yo pensando que tal vez le había hecho efecto rápido... dije ¡mira! dichosa ella... pero como obra de magia en ese mismo instante se acercó una segunda lagartija por el techo de madera y rumbo a la columna. Entonces yo ya estaba intrigada con la dinámica... La estaba llamando... La segunda lagartija, bajó por la columna, se detuvo medio segundo como a saludar a la compañera, y se siguió de largo hasta el pedazo de papaya... ¡y empezó a comer!
Para no hacerles el cuento más largo... lo mismo pasó con la segunda lagartija y llegó una tercera... yo para entonces ya había caído en la cuenta de que se estaba corriendo el chisme. Fue maravilloso ver cómo ellas así silenciosas tomaban su parte y llamaban a la siguiente para compartir. Con aquel órden... con aquella cautela... con agradecimiento y mucha dignidad. ¡Qué bonito!
Me dieron una lección esas lagartijas maravillosas. Me pusieron el ejemplo de verdaderamente compartir los bienes recibidos y de ponerlos a disposición de los otros. Me encantó el espectáculo... me dió harta alegría ser testigo de la sabiduría y la sencillez de la naturaleza. Me recordó muchas personas que han compartido su corazón conmigo, y que me han hablado cuando una papaya deliciosa les cae del cielo...
Vivan las papayas y las lagartijas, y viva la comunicación... sobre todo esa que nos permite compartir y crecer.
Hola!! cuñis jaja hey que padres fotos en serio hermosa y que bonito escribes excelente narracion de los hechos, me inspiras jajaja deja ver que se me ocurre a mi, oye y que barbara hasta en la cima de volcan te ves bonita jajaja espero verte pronto saludos,muchos besos y abrazos y aqui nos vemos en navidad............ Norma Fernandez.
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